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Filosofía Garínagu sobre Ganbiruwa

Jessica Fernández Norales

La canción “Sopa de Caracol” por la que Honduras fue conocida alrededor del mundo en los años 90´s, interpretada por la Banda Blanca, nombre que irónicamente niega el origen negro e indígena de esta música que fue compuesta por el cantautor garífuna de Belice Chico Ramos, que en su versión original es llamada “Conch Soup” del genero punta rock, un hibrido de la música garífuna punta y otros ritmos caribeños. Este constituye un claro ejemplo de un extractivismo epistémico que descontextualiza y desvaloriza los orígenes y significados de los conocimientos y filosofías de los pueblos.

Partiendo de este punto, es posible decir que esta canción, a pesar del mal uso y de la apropiación cultural con la que fue divulgada por el mundo, en su esencia puede mostrar de alguna forma, un poco de la filosofía Garínagü, en cuanto al uso racional y responsable de las bondades de Ganbiruwa –palabra en lengua garífuna para hacer referencia al océano. En primer lugar, hablando acerca del caracol, un molusco marino muy característico por su concha, que ha sido parte de la dieta y de las prácticas ancestrales del pueblo Garífuna desde hace varios siglos.

En segundo lugar, es la idea que esta presente en las prácticas ancestrales del pueblo garifuna, donde los recursos que son provistos por la naturaleza son utilizados de manera racional y con una idea de no desperdicios, es decir, que las cosas que son producidas por la tierra y barawa (mar) son utilizadas en su totalidad y se respeta la vida de los humanos, los animales y las plantas por igual. Por lo que esta presente el pensamiento donde la vida no acaba, sino que es transformada a una forma distinta. En el caso del caracol, esté es usado en la alimentación como fuente de energía, y su concha es usada como un medio de comunicación y de convocatoria del pueblo, para enviar o anunciar un mensaje, a través de su sonido. Así como el caracol tiene diferentes usos y significados, también Ganbiruwa, en la cosmovisión garifuna significa mucho más que solo un medio de subsistencia, ya que el mar tiene un fuerte sentido espiritual, de sabiduría ancestral y de conexión con la vida. En ese sentido el océano es parte de las comunidades, donde la idea de muros y fronteras no hacen sentido. Por eso es posible ver la movilidad y diseminación del pueblo garifuna en las costas del Caribe Centroamericano.

Los Garínagu, un pueblo con orígenes indígenas y negro africanos, con una historia particular porque es uno de los únicos pueblos originarios de lo que hoy conocemos como América, que nunca fue esclavizado (Gonzales, 1983). Tiene una historia de resistencia anticolonial, antiesclavista y anticapitalista (Fernández Norales, 2017),  con una fuerte identidad cultural y política, que se ve reflejada en la lucha por los territorios ancestrales, donde el mar forma parte esencial para su existencia. Es decir, que para el pueblo garifuna el territorio marítimo es parte integral de esta idea.

Desde la cosmovisión garifuna el océano, representa una riqueza de vida, un mundo donde convergen lo natural y lo espiritual en una sinergia armónica y poderosa. Es por ello, que a lo largo de la historia, el pueblo garifuna ha estado ligado al barawa manifestado a través de la forma en que los Garínagu, llamados Caribes Negros por los colonizadores europeos en la Isla de San Vicente, desarrollaron una relación profunda con el mar, tanto a nivel espiritual como en el desarrollo de técnicas de pesca y navegación, entre las diferentes islas en las Antillas Menores, siendo expertos en navegación y guerra, en todo el Caribe (McD. Beckles, 2008). Ganbiruwa, también es un elemento fundamental para la soberanía y autonomía alimentaria. Este estilo de vida, se ha mantenido desde antes de la llegada a Honduras en el año 1797 y que hoy se ve amenazado, por el discurso de la “conservación del medio ambiente”, en el que se ampara el Estado de Honduras, para restringir la pesca de subsistencia y favorecer grandes corporaciones, por medio de la pesca industrial, además de promover restrictivas normativas forestales que impiden la elaboración de cayucos para la pesca, pero que promueven la plantación de palma africana que afecta la biodiversidad y las fuentes de agua. Adicionalmente, tal como lo expresa la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) se han designado áreas protegidas que se sobreponen con el territorio marítimo del pueblo Garífuna y le restringen el acceso, cuando el pueblo garifuna por siglos ha convivido de forma armónica y sustentable en estos espacios.

El pueblo garifuna se basa en una vida comunitaria, donde umama, término en garifuna presente en los cantos antiguos y que hace referencia a la Pacha mama, la madre tierra, la naturaleza y todo lo que en ella hay. Ella es la vida en todas sus expresiones. Está no solo provee la vida natural, sino que, ella es la vida e implica diversas dimensiones espirituales. En este sentido se concibe la vida humana como parte de la naturaleza y no como superior a esta, es decir, una coexistencia con los seres que en ella habitan. Por eso, es importante enfatizar la importancia de la filosofía afrocaribeña en las discusiones acerca de los océanos, porque esta se basa en la autonomía cimentada en la espiritualidad, que coloca a la vida como principio fundamental para la coexistencia armónica (Henry, 2000).

No obstante, en muchos contextos al hacer referencia al océano o el medio marino mundial, esté es visto como un recurso más de la naturaleza, como un elemento de recreación o una fuente de agua que es necesario “conservar”, como lo establece la Organización de las Naciones Unidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ONU, 2015). No obstante, estos constituyen la base para la existencia de los seres vivos en general. Los océanos cubren el 70% de la superficie de la tierra y son el hogar de alrededor del 80% de toda la vida en el mundo, por tanto, es la biosfera más grande del planeta. De allí la importancia de repensar la forma en que este es visto, y pensar en la idea de la convivencia armónica, con el océano y la vida que esta presente en él.

Por su parte, el capitalismo, como filosofía de muerte, promueve la acumulación de capital y las dinámicas extractivas de recursos sin límite, donde el mercado es más importante que los seres humanos y por ende de los bienes comunes de la naturaleza. De esta forma, en el sistema neoliberal los océ

anos se convierten en elementos para extraer recursos y donde se desechan residuos tóxicos y plásticos, producto de los absurdos patrones de consumo que pretenden mantener un insostenible “libre mercado” que promueve el incremento de las desigualdades sociales y económicas y la crisis climática que se vive en la actualidad. En contraste, para el pueblo Garífuna el mar representa Ibagari (la vida) como un lugar de sanación, de purificación física y espiritual, es un espacio donde converge el mundo natural y el espiritual. A la vez que es vital para mantener la cultura, las tradiciones y las prácticas ancestrales. Los efectos de la crisis climática, que son aún más visibles en países como Honduras, muestran que es urgente pensar en un cambio estructural del sistema, donde las filosofías y cosmovisiones de pueblos originarios como el Garifuna, muestren el camino de la coexistencia armónica de todos los seres con la vida. Esto implica un cambio de paradigma, donde los conocimientos de los pueblos del denominado “Sur Global” sean considerados para revertir la catástrofe ambiental y sistémica a la que el mundo se enfrenta, y no solo utilizar conocimientos de forma extractiva, una analogía a lo referido con la canción sopa de caracol. La filosofía Garínagu a partir de Ungulendu Umama, debe ser una motivación para repensar las formas en que nos relacionamos con Ganbiruwa y todas sus bondades.

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